
...nos fuimos a Vancouver, hacia una tarde espectacular. El viaje no fue muy largo aproximadamente 3 horas, sin contar la aduana.
En la frontera, estuvimos esperando en una fila durante 30 minutos, después nos hicieron ir a las oficina ha hacernos de nuevo el interrogatorio y sellarnos el pasaporte. Después de la llegada a Seattle, esto era un juego de niños.
El hotel donde nos quedamos era pequeño, recién reformado, bien decorado y sobre todo muy bien situado. Estábamos en el centro de la ciudad.
En cuanto dejamos la maleta en la habitación, nos fuimos a cenar a una zona que nos recomendaron en recepción, Yaletown. Cenamos en un restaurante que se llama Capone's Restaurant & Live Jazz Club, donde tenían música en directo. El local estaba genial, velitas, jazz, buena comida...perfecto.
A la mañana siguiente, Carlos me organizó el tour, ya que él ya conocía la ciudad. Primero, fuimos a desayunar a la misma zona donde habíamos estado la noche anterior. Carlos se había fijado en un sitio donde podríamos desayunar pancakes, por que a mi se me habían antojado y además tomarlo con sirope de arce. Estaban de muerte...ya no comí en todo el día. Puede dar fe, Carlos.


Nos acordamos un montón de mis cuñados, Manolo y Leyla, cuando pasamos al lado de la tienda que está a la derecha, porque hace un par de semanas estuvieron en China. Nos comentaron que les gusto, pero sobre todo lo que más les desagrado fue el olor, mas en concreto el de un pueblo pesquero, porque olía muy fuerte a pescado. El olor a pescado seco huele fatal o por lo menos fortísimo.

Estuvimos paseando durante todo el día, disfrutando del buen tiempo y de la ciudad. Compramos alguna que otra cosa, sobre todo artesanía local. Me recordaba a mis padres cuando estábamos viviendo en México.


A la mañana siguiente, decidimos ir a desayunar a otro sitio que a Carlos le apetecía, quería desayunar un "pain au chocolat" y fuimos a Boulangerie La Parisienne....pero cual nuestra sorpresa que no había su bollo preferido. Así que tomamos un "croissant", pero ni cruasán ni na. Eso era puro hojaldre. Pero bueno, el viaje no iba a ser todo perfecto.



De aquí, nos fuimos a otro parque Capilano Bridge, donde nos explicaron como se había construido el puente y a lo que se dedicaban en esa zona, principalmente a la madera.


El mismo que decidió que existiera Stanley Park, un concejal de finales del s.XIX, Sr. Stanley, quiso que esa zona se debería de mantener tal y como está y protegerla.
Y crearon ese centro recreativo.


El viaje llegaba su fin, dado que de aquí nos teníamos que volver a EE.UU. Además, no queríamos llegar muy tarde por si llegábamos de día para poder ver los campos de tulipanes...pero eso es otra historia, que ya os la contaré otro día. Por hoy ya esta bien.
